martes, 16 de julio de 2019

PARA QUE NO SE PIERDAN SUS NOMBRES.



Domitila Hernández, Noviembre 1937 .          Paulino Hernández , Fiestas del Cantillo, Abril 1936.

Me llamo Enedina Hernández y tengo 15 años. En casa ya solo quedo yo. Mamá está cada día más triste y llora todos los días. Papá ya no habla, al principio andaba sulfurado y nos peleaba. Ahora ni eso.
Mis hermanos mayores, antes de todo esto, hablaban con papa y mamá cosas de mayores que yo no entendía o no quería entender. Reunidos en la mesa de la cocina discutían por la empresa de guaguas de papá , el sindicato de transportes, la CNT.  Yo no sabía que era eso y nunca pregunté.
Un día Ernestina, dijo que ella también iba a ir con Amadeo y Paulino a los mítines. Papá se enfadó. Gritaba y gritaba, que -a ellos que les importaba que si un duro o 4 pesetas-. Eso gritaban, yo no entiendo. Mi hermana Ernestina también gritaba, me pareció que estaba llorando. Decía que le  cerraron la escuela del Barrio de la Salud. Por el levantamiento de Franco, decían. Esa pequeña escuela fue la primera que hubo. Pero Ernestina primero había dado clase en casa, como Domitila.
Domitila es la mayor, nació en Cuba cuando papá y mamá emigraron allí . Luego regresaron a Tenerife y aquí, en Tacoronte, nacimos los demás. Amadeo y Paulino, seguiditos,  luego Ernestina y yo.
Pobre Domitila, vamos a verla cada dos días Mamá y yo a la cárcel de mujeres de La Orotava. Lleva allí 6 meses. La semana pasada la vi tan delgada, tan frágil de salud, ella dice que en la cárcel no la tratan mal, que ahora que dejan que le lleven al niño, al Chicho, el más pequeño, ya está feliz. Pero está demacrada y tiene marcas de golpes en los brazos, yo se los vi, aunque se los tapa.
A Domitila fue la primera que se llevaron. Ella había estudiado costura en la Habana y bordaba tan bonito. Luego montó una academia de costura y todas las muchachas de Tacoronte se apuntaron. A los meses descubrió que la mayoría no sabían leer ni escribir. Ahí comenzó el problema. Domitila es un ángel, tiene el corazón lleno de cosas para dar. No supo decir que no. Y luego la gente del pueblo empezó a ir sin que nadie les dijera nada, los mayores y los niños. Les enseñaba a leer y a escribir y más cosas que sabía. Es muy lista y allí en Cuba aprendió mucho. Así y sin darse cuenta se hizo maestra.
De la escuela vinieron muchos niños a casa. Hijos de jornaleros de papá que no se podían hacer cargo, otros eran de viudas o de gente que se llevaron presa. Algunos se quedaban semanas. Siempre la casa llena de gente, no como ahora. Bueno están Nedi y Carmen, las pequeñas, vinieron y ya no se fueron. Ahora son la alegría de mamá, menos mal, porque está tan triste.
 Por eso se llevaron a Domitila aquella tarde los guardias civiles. Por la escuela. Decían que éramos de izquierdas, que los pobres no necesitaban leer ni escribir para trabajar en el campo.
Aquella tarde que se la llevaron era invierno cerrado y la "panza de burro" era densa y negra, más que otros días. Lo recuerdo como si fuera ayer. En la carretera del Cantillo, al lado del Casino de Tacoronte, donde está nuestra casa, primero apareció la furgoneta verde. Yo estaba sentada en la terraza. No sé por qué no le quité los ojos cuando la vi acercarse y pararse frente a  la casa. Luego apareció una guagua "perrera", no de La Exclusiva. Era azul y blanca, las otras eran rojas. Mi hermana iba en esa guagua que volvía de Santa Cruz.  En la parada de la guagua estaba la furgoneta verde. Entonces de ella bajó un guardia civil, una figura imponente, con tricornio y capote largo y un fusil al hombro. Me quedé mirando sin pestañear y en el recorrido de la mirada por la guagua, mis ojos se encontraron con los de mi hermana Domitila y me quedé paralizada. Vi cómo el guardia civil le hacia señas para que se bajara y cuando ella lo hizo, se acercaron y le hablaron. Yo estaba como en trance, no me moví ni dije nada. Veía que metían a mi hermana mayor a empujones en la furgoneta , y que mi sobrino Julián, tan pequeñito, 6 años, corría hacia ella y se metía entre sus piernas. Me acerqué temblando y la escuché decirle al niño, -no pasa nada Chicho, mamá pronto estará con ustedes.- Luego me miró a mi y dijo, -corre a casa y avisa de que me llevan presa. 
Aquel día yo empecé a entender, aunque no quería saber, supe.
Más tarde Ernestina retomó las clases que dejó Domitila. La gente del pueblo no tenía otro sitio y a pesar del miedo siguieron llevando los niños a casa .Ella al principio no quiso, decía que no había estudiado magisterio, que aún no la habían aceptado en la academia, que además se había apuntado a la facultad de medicina, sin ninguna esperanza, ya que pensaba que no la iban admitir. Por ser de izquierdas, creo yo. Pero la gente seguía llevando a los niños y no se pudo negar. Luego montó la escuelita del "Barrio de la Salud", y le gustaba tanto. La escuela la cerraron hace unos meses, por el levantamiento. Dicen que Ernestina es anarquista, yo no sé que es eso. Anarco-sindicalista, que palabra tan difícil.
Ayer por fin vino Ernestina. Llevábamos 2 meses que no sabíamos de ellos.
Entró apresurada por la puerta de la cocina, estaba pálida y sudorosa. Mamá se asustó. -Pero Tini, donde estaban? – dijo sollozando- y tus hermanos?.
Fuimos los tres al mitin en Santa Cruz- dijo- los guardia civiles nos dispersaron a porrazos, todo el mundo corría. Yo iba al principio con Amadeo y Paulino, Miguel me esperaba delante. Llegué por los pelos casa de Juan Romera el jornalero, y me escondí. No sé más de ellos, dicen que a Paulino le tienen apresado en Santa Cruz en la calle de San Francisco. Que le encontraron una pistola. De Amadeo no sabemos, igual consiguió llegar al puerto y coger el barco a las Palmas. Miguel y yo llevamos días escondidos en el "monte de la Esperanza".
Mamá lloraba . Y entonces entró Papá. Estaba pálido y con la cara afilada. Miró a Ernestina que estaba vestida con la ropa de Miguel. Los pantalones arrugados le quedaban largos. La camisa manchada y la chaqueta arremangada hasta los codos.  Dice que se ha tenido que disfrazar de hombre porque hay una orden de captura contra ellos. Les acusan de llevar armas y explosivos y de planear un atentado contra  la visita de Franco, que iba a venir en estos meses a la ciudad. Ernestina dice que no, que es mentira. Que ellos en el sindicato no se metían en eso.
He venido a avisarles, dijo: -No sé cuando volvemos. No hemos podido contactar, ni sabemos nada de Amadeo y Paulino. Intentaremos coger el próximo barco a las Palmas y de ahí a Venezuela – y salieron a toda prisa de la casa, apenas llevaban un morral con cuatro cosas.
La casa después de aquel día está muda y vacía. Quedaban olores a vino de las bodegas de don Miguel López, que mi padre guardaba, con los mostos esperando sus catas a la llegada del día de San Andrés. Donde Paulino y Amadeo siempre armaban el tenderete y cantaban hasta la madrugada. Ellos eran los mas guapos y bien parecidos, siempre impecables de traje. Repeinados para atrás. También queda el olor de las resinas de los eucaliptos enormes que flanquean la carretera. Queda el olor de papá cuando llega a casa  y de su ropa mojada y caliente por el cuerpo ajetreado de trabajar en el campo.También quedan las niñas, tan pequeñas,  agarradas a las faldas de mamá mientras tiende.
(continuará)

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