sábado, 16 de enero de 2010

El beso en la place de l’hotel de ville


Cloé se miró las medias mientras movía nerviosa su pié . Tenía una pequeña carrera justo a la altura del tobillo. Pensó que apenas se notaba. Cuando era pequeña le gustaba sentarse en una butaca de piel, baja y antigua, que siempre recordó estaba en el dormitorio principal, mientras su madre se vestía para irse a trabajar. Todo aquel ritual de corsés, ligueros , medias y tacones. Luego aquellas maravillosas faldas plicadas y las blusas blancas. Ese olor a recién planchadas y a perfume fresco. Le gustaba también observarla cuando se pintaba,ella le lanzaba miradas de reojo, y le decía vuelve a la cama, que aún es pronto. Era la mujer más bella que jamás había nacido en aquel pueblo de agricultores. Y Cloé , según decían , había heredado esa belleza.Ahora recordaba el día que decidió irse a París.Fué tres días después que su madre muriera. Llevaba el pecho lleno de odio y rencor, y la certeza de que aquello no había ocurrido nunca, que había sido solo una pesadilla.Al principio,cada vez que cerraba los ojos veía a su padre con la cara ensangrentada.Sus manos grandes, de trabajar en el campo,ensangrentadas, rojas de horror y sangre, tapándole los ojos.Lloraba como un niño y gritaba, gritaba con un grito sordo y roto que salía del fondo de su pecho, del fondo de su oscura y asquerosa alma: Stella, Stella,¿ porque me has obligado?
Lo siguiente fue el frío y la humedad.Cloé corrió y corrió hasta que le dolieron las piernas,los brazos, los pies, y los ojos de tanto llorar.La lluvia le quebró los huesos y el alma para ya nunca ser la misma. La encontraron horas después debajo del puente del río , quieta,pálida y empapada, llamando a su madre en susurros. Tenía 16 años.
De aquello habían pasado ya 10 años.Nunca pensó más en aquel día. Lo borró completamente de su mente. Nunca existió. Se inventó un pasado donde no cabía ese pueblo ni esa familia. Sólo guardó el recuerdo, siempre,como un talismán, de su madre vistiéndose cada mañana mientras se miraba al espejo.
No comprendió, ni quiso pensar porqué después de tantos años, era la primera vez que recordaba a su padre. Tampoco quiso pensar porqué sucedió justo cuando él apareció por la esquina del Hotel de Ville. Solo un relámpago de la mente, como una idea fugaz, que no llegó a cuajar.
Antoine camina tranquilo, seguro y atento.Lleva un cigarrillo en la mano y le da pequeñas caladas nerviosas de cuando en cuando. Un hombre apuesto que mira a lo lejos hasta distinguir a la dama que le espera al otro lado de la plaza, sentada en el café. Se le ve feliz y apresura el paso al saberse esperado.Cloé lo mira con una sonrisa en los labios y recuerda la primera vez que lo vio. El estaba al otro lado del mostrador de aquel pequeño café que ella y sus compañeras del trabajo solían frecuentar cada mañana.A él le bastó poner los ojos una vez en ella para saber que sería la mujer de su vida. A ella en cambio, le pareció una impertinencia la manera atrevida de mirarla.Siempre le pareció demasiado engreído para ser un simple camarero. Ahora Cloé recordaba aquellos días y sonreía.
Antoine ya está a su lado en la mesa. Le dice ,vamos, cogiéndola de la mano. Paga dejando una propina y se encaminan hacia la calle. En un momento dado él la agarra por el hombro, y le susurra al oído:Perdona amor mío, no te he dado un beso. Y la besa sin soltarla, un beso dulce y apasionado, un beso tal vez triste .

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