sábado, 1 de octubre de 2011

Madrid 2063

Sierra de Madrid, 25.09.2063
23.35h

Ismael acarició la portada del libro un momento antes de abrirlo. Era un libro pequeño y amarillento, las tapas eran de un cartón blando barato castigado por el paso del tiempo, en la portada descansaba una lánguida dama arropada en una sábana blanca con actitud de desmayada entrega. Tenía una larga cabellera rojiza cayendo a lo largo del borde de la cama y en su mano izquierda colgaba casi temblando una rosa blanca que amenazaba con caer. Absorto se preguntaba que maravillosos secretos escondería aquella sugerente imagen y aquel sugerente título, "El perfume". Lo había encontrado en el garaje de la casa de la abuela unos días atrás y lo había escondido debajo del colchón, luego con desesperada impaciencia había tenido que esperar hasta aquel momento a solas para por fin leerlo. En aquellos días un libro era un objeto raro y valioso, una pequeña joya antigua que escaseaba como una pepita de oro en un ruidoso arroyo.
Después del primer gran Tsunami, cuando la isla de La Palma se desquebrajó con un inmenso estruendo provocando una gigantesca ola que destrozó las costas Americanas y engulló las islas Canarias se encadenaron una serie de desastres que llevaron a la humanidad al borde del colapso. Murieron cientos de miles de personas de todos las razas y continentes, la población total quedó mermada en casi un tercio y grandes ciudades de las costas quedaron destruidas para siempre. Luego vinieron las pequeñas tormentas solares, extraños erupciones del sol que alteraban el campo electromagnético del planeta y dañaban los sistemas de satélites y comunicaciones, paralizando el mundo en un instante y desencadenando el caos.Las primeras tormentas fueron pequeñas y sin repercusiones realmente importantes, pero en el año 2057 se produjo la gran tormenta solar que apagó el mundo por completo y ya nada volvió a ser como antes. Se colapsó el sistema financiero, desaparecieron las transacciones económicas, se volatizaron todos los sistemas importantes que se habían ido digitalizando para así ir desterrando los documentos en papel los cuales habían quedado obsoletos hacía años, también el dinero, los billetes y monedas habían desaparecido y la mayoría , por no decir todos los documentos impresos habían ido dejando paso a un sofisticado sistema de documentos digitales, mucho más seguros y prácticos. Aquello supuso que los estados perdieron la información de los ciudadanos, los documentos de identificación, las nóminas, las consultas de hacienda, tu historial médico, hasta las fotos, todos las imágenes estaban en formato digital, nadie ya imprimía sus recuerdos. Las obras de arte habían dejado de venderse en formato físico ya que se pusieron de moda las holografías, los CDS eran incómodos y la música se escuchaba directamente desde la red desde hacía décadas. Así fue como en un instante todo se perdió, desapareció, se volatizó.
Como las ciudades eran inmensos consumidores de energía eléctrica se convirtieron en descomunales moles inhóspitas donde era insostenible vivir. Sin energía no podías cocinar, no funcionaba el agua caliente, la luz, el teléfono... Al principio el caos fue insostenible, la gente se echó a al calle aturdida, sin saber que hacer, luego en pequeños grupos empezaron a partir en peregrinación a los campos, aldeas, pueblos, allí donde hubiera un río y algo de pasto. Hubo que volver a aprender a lavar la ropa en el río, a lavarse por partes con agua fría, a cocinar con leña en una chimenea con la cual también te calentabas en invierno, a cultivar los alimentos en tu propia huerta y a usar el trueque para obtener ropa o herramientas. El mundo volvió casi a la edad media, la historia que quedaba, la que se conservó, las bibliotecas que se salvaron y los libros que quedaron estaban en manos de unos pocos privilegiados.
Su abuela solía contarle como era el mundo antes de aquello, ella había sido una mujer fuerte y valiente, trabajó de médico ayudando en las grandes catástrofes de los terremotos y los tsunamis, ofreció su casa de refugio a todo aquel que lo necesitó y compartió sus tierras su huerto y sus animales que poseía desde hacía años. En cambio, por alguna razón su verdadero gran tesoro, sus libros, nunca los compartió hasta ahora, los enterró en un agujero en el garaje y ese escondrijo le fue desvelado solo a él antes de su muerte. Recordaba a su abuela como un ser mágico y magnético, contándole increíbles historias de aquel maravilloso archipiélago donde había nacido y donde comenzó todo, donde comenzó el principio del fin del mundo conocido. Un sitio irreal y paradisíaco, con playas inmensas y barrancos que te hundían y elevaban en pocos cientos de metros. Había nacido poco después de la erupción del primer volcán del sur de la isla, le llamaban el Teneguía y corría el año 1971, un volcán pequeño y sin víctimas que fue centro de atención de turistas durante muchos años. Nadie imaginaba que aquella misma isla, la isla bonita, se desmoronaría en el mar y provocaría la más terrible catástrofe natural jamás recordada. Era una isla alta hasta el cielo, que acariciaba las nubes desde sus cumbres. Su abuela le contaba como de niña subían hasta lo mas alto de sus picos en una carretera de curvas imposibles y borrachos del viaje y de la falta de oxígeno sentían lo cerca que estaban de la cima del mundo, sobre un maravilloso mar de nubes. Ismael a veces dudaba de si aquello eran simples desvaríos de la memoria marchita de su abuela o lo habría vivido de verdad, el caso es que lo contaba con tanta pasión, con tanta entrega e impregnando sus palabras siempre con aquel dulce acento , suave y arrastrado, que nunca perdió y que le daba una extraña veracidad a sus historias, y quizás si, quizás fuera de aquellas islas, pero hacía ya tanto, tanto tiempo de eso.

Después de la última tormenta solar el planeta volvió a serenarse, el cielo amanecía cada mañana límpido y claro, el azul del cielo era de una intensidad desconocida, el agua volvió a ser transparente y el aire entraba en los pulmones puro y oxigenado como nunca. Las enfermedades eran raras, desapareció el cáncer, las infecciones se curaban con hierbas y cataplasmas y las gentes volvieron a mirarse a los ojos.
Ismael había nacido y crecido feliz en pueblo cercano a la casa de la abuela que era rico en ganado y pastos, nunca pasaron necesidades, los niños colaboraban con los trabajos diarios de recoger leña, limpiar, trabajar en el campo, pero también iban a la escuela y leían clásicos libros de historia, uno o dos por cada curso y siempre bajo la estricta supervisión del maestro.
Los libros eran objetos escasos y por tanto valiosísimos. Cualquier documento escrito que se encontrara debía ser comunicado al estado y depositado en el archivo central para así clasificarlo oficialmente el la biblioteca estatal, que en principio estaba diseñada para concentrar todo el saber del mundo y así devolver las gentes su identidad y su historia.
La abuela había guardado durante sus años de estudiante todo tipo de libros, había libros de historia, medicina, ensayo, novelas maravillosas con sus portadas en piel. Y ahora todos aquellos libros eran suyos, pensaba Ismael mientras que sostenía aquel primer libro en sus manos.Palpitando de emoción sentía vértigo al pensar que haría ahora con ellos y porque su abuela lo habría mantenido en secreto durante tanto tiempo, dejándole a él ese legado. Si su padre se enterara de aquello se pondría furioso. Su padre era consejero del alcalde y uno de los mayores archiveros de documentos de la región. Todo ciudadano adulto o niño conocía la importancia de la palabra escrita y de su poder para cambiar el mundo, así que todo libro o documento debía ser llevado al Interpretador, una figura fundamental en las pequeñas aldeas que eran los núcleos actuales del nuevo orden mundial. El Interpretador leía y releía el libro e interpretaba el mensaje, luego dejaba el libro a disposición de los maestros para que los utilizaran en sus enseñanzas, pero nunca con una interpretación propia, sino de siguiendo una estricta estructura que no permitía mas interpretación que la establecida, así debía de ser, y así se formaban los nuevos hombres y mujeres de la nueva sociedad mundial.
No sabía Ismael que aquel día comenzaba el principio de la libertad, aquel día que comenzó a pasear sus ojos por aquellas deliciosas frases,solo, sin interpretador ni maestro, sólo él en la intimidad de la noche, subyugado a la maravillosa historia del asesino del perfume, aquella novela aterradora e inexplicable, con tantos matices , donde Ismael comenzó a sus trece años a soñar con otra forma de pensar. En la metáfora del los aromas encontró el sentido del alma, de su alma, y así comenzó su peregrinación al saber y ya no hubo marcha atrás. Ismael abrió las puertas aquella noche a una búsqueda que nunca luego abandonó abrazado siempre a los libros de su abuela. Pero no fue el único, aunque sí el más especial, como él otros transgredieron las normas, porque el ser humano ansía la libertad de decidir, pensar y sentir por sí mismo por encima de todo. Ismael fue un líder, un visionario, un prestidigitador de la palabra. Ahí comenzó la luz, la tormenta de ideas fue más abrasadora que la del fuego del sol, una chispa que encendió la llama de la batalla y que elevó de nuevo a los hombres más allá , más lejos, mucho más lejos de lo que nunca habían estado.

3 comentarios:

  1. Me ha gustado mucho este interesante relato de ciencia ficción. Aunque lo del desquebrajamiento de La Palma es un hecho reconocido por muchos geólogos.

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  2. Me ha encantado! Sigue así, ya sabes que siempre te leeré :) Un besote

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  3. Me gusta la descripción, aunque habrá que ver como sigue, porque sigue, no?
    BEA

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